La sucesión presidencial 2030 ha comenzado. Sheinbaum pasará a segundo plano.
Andrés Manuel López Obrador, Andrés López Beltrán y Claudia Sheinbaum. (Créditos: A quien corresponda)
A partir del 1 de octubre, México entra en una nueva etapa política con Claudia Sheinbaum al frente del país, mientras Andrés Manuel López Obrador se mantiene como una figura central en las sombras del poder. La designación de su hijo, Andrés Manuel López Beltrán, como Secretario General de Morena, no solo es un mensaje siciliano para la continuidad del proyecto de la Cuarta Transformación, sino también el inicio de lo que parece ser una carrera presidencial anticipada para el 2030.
El liderazgo de Sheinbaum será constantemente comparado con el estilo de gobernar de López Obrador, quien desde su retiro del Palacio Nacional seguirá moviendo los hilos del poder. Según el periodista Carlos Loret de Mola, el papel de López Beltrán, conocido como “Andy”, será clave en el manejo político interno de Morena, ya que su posición permitirá consolidar la estructura electoral del partido, marcando su influencia hacia el futuro.
Por otro lado,el destacado columnista Ramón Alberto Garza señala que la presencia de “Andy” en Morena no debe subestimarse. A pesar de no tener una carrera política pública como su padre o Sheinbaum, su inclusión en este cargo estratégico refleja el deseo de perpetuar la dinastía política de los López, un modelo que sigue las huellas de otras familias influyentes en América Latina.
El Obradorato parece no terminar, solo cambiará de cara. El control político, económico y social, sigue teniendo a la familia presidencial como eje central. Las señales apuntan a un sexenio donde, aunque Sheinbaum estará al mando, las decisiones trascendentales se seguirán negociando entre las paredes de la finca “La Chingada” de López Obrador en Palenque.
La pregunta es: ¿resistirá Morena la tentación de caer en el caudillismo familiar, o esta etapa qué está por venir será el ocaso del obradorismo?
Así las cosas…
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