‘Sísifos’, un documental que se acerca a la realidad de quienes habitan un centro de rehabilitación
Los directores Nicolás Gutiérrez y Santiago Mohar apuntan que estos espacios retratan mucho de la realidad del país.
Dentro de la mitología griega el mito de Sísifo funciona como una metáfora del incesante esfuerzo del ser humano, el espíritu de esa leyenda es lo que está en centro del más reciente documental de los realizadores Nicolás Gutiérrez y Santiago Mohar.
Sísifos es un documental que muestra la vida cotidiana al interior del centro de rehabilitación contra las adicciones, Una luz en la oscuridad, en Chiapas. En tono casi costumbrista, las escenas nos dejan ver las conversaciones y los problemas que viven los internos, pero sin revictimización ni sentimentalismo.
“Si bien el asunto de los anexos es muy complejo, nos interesaba acercarnos a temas más humanos y metafóricos”, explican los realizador al referirse a su película, la cual se estrena el próximo 6 de septiembre.
¿Cómo llegan al este anexo en Chiapas y cómo llegan al tema de la película?
Nicolás Gutiérrez: Santiago y yo llevamos varios años trabajando juntos. Previo a Sísifos hicimos un proyecto llamado deriva.mx, un ejercicio transmedia sobre la violencia estructural en el país. Visitamos muchos estados y dentro de las temáticas que cubrimos estaban albergues para migrantes, casas de ayuda y distintos centros comunitarios que al final son respuestas ciudadanas a la ausencia estatal. Así fue como llegamos a los centros de rehabilitación, espacios que de inmediato nos llamaron la atención porque reflejan la realidad nacional en un solo sitio. Santiago ya estaba interesado en desarrollar un proyecto acerca de adicciones de modo que convenimos hacer una película específica.
Santiago Mohar: Conocimos ‘Una luz en la oscuridad’, el centro donde filmamos, mientras estuvimos en Chiapas, un estado excepcional en el contexto del país por sus niveles de pobreza, por colindar con la frontera sur, por tener problemas de alcoholismo severo y porque a la vez presenta una gran diversidad cultural. Este centro concentraba la mayor cantidad de temáticas que nos interesaba abordar desde el punto de vista de la rehabilitación. Primero hicimos un cortometraje de veinte minutos y regresamos un año después para hacer el largometraje. Si bien el asunto de los anexos es muy complejo, nos interesaba acercarnos a temas más humanos y metafóricos.
Buena parte del documental es casi costumbrista, muestra cómo es la vida adentro. Casi al final es cuando vemos las entrevistas. ¿Cómo decidieron la estructura?
NG: Nuestro primer acercamiento fue el retrato de lo cotidiano, a través de las herramientas cinematográficas intentamos encontrar gestos poéticos y asociaciones que nos interesaba construir en referencia al título y la condición humana. La estructura se basa en el programa 24 horas que tienen los anexos y que implica un encierro, en algunos momentos a través del sonido hacemos evocaciones a la realidad exterior. Las entrevistas funcionan como un punto de quiebre para el espectador después de haberse integrado a su rutina, por medio de las entrevistas los anexados responden al público.
Al final de la película vemos escenas de exteriores que brindan luminosidad a una primera parte que es oscura.
NG: Sí, porque quizá esos exteriores es lo que anhelan o sueñan.
SM: La luz que mostramos es la que hay adentro, durante el día hay altos contrastes. La película la hicimos cuatro personas, pero realmente tres estuvimos dentro del anexo, de modo que para la parte lumínica la trabajamos con lo que había. Por otro lado, al llamarse ‘Una luz en la oscuridad’ nos parecía muy orgánico que tuviera esa atmósfera. En términos de estructura visual concluir con luz e imágenes de montañas nos permitía terminar con una nota esperanzadora. La esperanza es esencial en ese lugar porque de lo contrario no tiene sentido soportar tanta dureza.
A pesar del contexto no vemos imágenes de miseria, ¿cuáles fueron los parámetros éticos que se plantearon?
NG: Ese fue uno de los ejes que más nos preocupaban. Entrar a un sitio donde hay pacientes inmersos en un tratamiento ya es delicado, además tratamos a personas inscritas a un programa donde el anonimato es muy relevante. Estos problemas se resolvieron cuando nos acercamos con los padrinos del sitio, Roque y Gerardo nos guiaron para solucionar nuestras dudas teóricas. Filmar es un acto de poder, uno tiene la cámara y el otro no, en ese sentido buscamos hacerlo de la mejor manera. En el día cero nos acercamos con los pacientes, les contamos nuestra idea y les dijimos que era un ejercicio totalmente voluntario. Si la mayoría no nos hubieran dado su consentimiento no habríamos filmado.
¿Cómo recibieron la película en el anexo?
NG: La primera proyección fue en el Festival de Cine de Morelia, pero poco después estuvimos en el anexo.
SM: Cuando regresamos solo había tres de los pacientes retratados en la película, los padrinos sí estuvieron e incluso fue gente de otros anexos y exadictos. Fue muy interesante ver las reflexiones de los recién llegados porque para ellos les resultaba motivante para seguir con su proceso.
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