Marko Cortés: Un dirigente políticamente torpe que tiene moribundo al PAN nacional.
La salida de Marko Cortés de la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN) marca un hito en un periodo de constantes desafíos para el partido. Desde su llegada en 2018, Cortés ha enfrentado turbulencias internas, divisiones entre los grupos del PAN y la complicada tarea de mantener su estatus partidista en un escenario político donde Morena domina cada vez más. A pesar de ser un líder que intentó promover la unidad interna, Cortés deja un sabor amargo, además de un legado marcado por una serie de resultados cuestionables.
El balance de su administración.
Bajo su batuta, el PAN experimentó pocos avances, como el crecimiento en las elecciones intermedias de 2021, donde se pudo consolidar como la segunda fuerza política del país. Sin embargo, el partido nunca logró posicionarse como una oposición contundente frente a Morena y la 4T, quedando en muchas ocasiones completamente desdibujado en el debate público. La falta de una narrativa clara y la constante percepción de un PAN alineado con los intereses empresariales, alejado de las bases populares, son aspectos que han debilitado el impacto de la marca que representa.
Marko Cortés apostó por alianzas, como la coalición Va por México, para enfrentar a Morena, pero estas estrategias no fueron bien recibidas dentro de las filas panistas. La búsqueda de un bloque opositor en conjunto con el PRI y el PRD fue vista por muchos como una solución pragmática, pero también como una traición a los principios fundacionales del partido. Este contexto de alianzas pragmáticas, junto con las latentes pérdidas de figuras emblemáticas como Ricardo Anaya, Margarita Zavala, Damián Zepeda, entre otros, saltaron las tensiones internas de un partido que, si bien obtuvo algunas victorias locales, no logró consolidarse como el líder indiscutible de la oposición.
Los retos del próximo dirigente.
Con la aprobación de los nuevos candidatos, como Adriana Dávila y Jorge Romero, el PAN enfrentará un serio dilema. La próxima dirigencia tendrá que reconstruir la unidad del partido, pero más allá de eso, tendrá que definir con claridad su rol en un escenario político sumamente polarizado. ¿Debe el PAN seguir apostando por alianzas pragmáticas o recuperar su independencia ideológica y su esencia de partido conservador? Esa es la gran pregunta.
Quien tome el timón deberá resolver las fracturas internas y el desgaste de una militancia que se siente sin rumbo estratégico. Además, tendrá que preparar al partido para las elecciones de 2027, en las que el PAN necesitará no solo conservar las posiciones ganadas, sino también reposicionarse como una opción digna y viable para una ciudadanía cada vez más desilusionada y harta con la política tradicional. La polémica figura de Marko Cortés, deja un partido dividido y moribundo que, sin una estrategia clara, podría ser un cero a la izquierda en el panorama electoral venidero.
La competencia entre Romero y Adriana Dávila es un reflejo de esta crisis de identidad. Ambos candidatos traen consigo promesas de renovación, pero el reto real será reconciliar a un partido que sigue buscando su lugar en la historia contemporánea de México. Si bien Marko Cortés deja pocos aciertos, también deja una montaña de desafíos para quien asuma el liderazgo. Y créame, estimado lector, la tarea no será nada fácil.
Así las cosas…
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